Desde el siglo XIX, son múltiples los éxitos empresariales en la Europa meridional basados en las ventajas de la organización en distritos industriales y clusters: • Miquel y Costas, desde Capellades, ganó protagonismo en el mercado mundial papelero. • Sopena y Salvat, desde Barcelona, y Espasa-Calpe, desde Madrid, conquistaron el mercado editorial latinoamericano. • CodornÃu y Freixenet llevan décadas rivalizando con el champán francés a orillas del rÃo Anoia. • SEAT, desde el Llobregat, o Renault, desde el Pisuerga, convirtieron a España en exportadora de automóviles. • Porcelanosa, en la Plana, desafió el liderazgo cerámico del distrito italiano de Sassuolo. • Zara y Camper, surgidas de A Coruña e Inca, han conquistado las grandes avenidas comerciales del mundo. • El Grupo Mondragón y Ona han despuntado en automatización y mecánica desde los valles vascos. • Amorim ensalzó al corcho portugués desde Feira. • Benetton, Mantero o Diesel, han reafirmado el protagonismo de la Italia subalpina en las industrias del vestir, mientras Pininfarina, Brembo o SMC reforzaban su metalmecánica. Esta larga cadena de éxitos no ha sido, en ningún caso, fruto de la improvisación, sino que respondió a procesos históricos de largo recorrido. Las mencionadas empresas aportaron capacidades cruciales en gestión, desarrollo y marketing, fortalecidas por las ventajas de sus respectivos distritos. La industria en dichos territorios y otros aquà presentados (como el calzado del Valle del Vinalopó, el sector del aceite del bajo Ebro o el punto en Mataró) actuó como un auténtico ecosistema de innovación al generar desbordamientos de conocimiento, favorecer el surgimiento de industrias conexas y formar fuerza de trabajo especializada. Distritos y clusters en la Europa del sur pone de relieve la importancia de la interacción entr
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