La estrategia de la discrección y la obra diplomática de la Iglesia que salvó miles de judÃos en la Segunda Guerra Mundial.
PÃo XII (Eugenio Pacelli) atravesó los años más difÃciles de la historia europea y mundial del siglo xx. Llegó a la suprema responsabilidad en la Iglesia con una larga experiencia diplomática. Su figura, en un perÃodo crucial para la historia del mundo, permaneció erguida al frente de la gran fuerza del catolicismo mundial, llamando la atención por la austeridad de su vida, por los aciertos en el gobierno de la Iglesia, por su actuación y sobre los problemas polÃticos del mundo. Todos tuvieron que reconocerlo y hasta las mismas diatribas de los adversarios del Vaticano —como los ataques de la prensa comunista y anticlerical— fueron argumentos potentÃsimos que agrandaron el papel desarrollado por PÃo XII.
Su voz, solitaria en el silencio y en la oscuridad en la que cayó Europa, fue la del único soberano del continente que tuvo la valentÃa de pedir el respeto a los tratados, el fin de las agresiones, un trato igual para las minorÃas y el cese de la persecución religiosa. Nadie más que PÃo XII fue capaz de hablar en favor de la paz.
Este libro, dividido en dos partes, ofrece en la primera una sÃntesis de su pontificado, destacando sus intentos para evitar la Segunda Guerra, sus intervenciones públicas contra el conflicto, la labor humanitaria de la Santa Sede, la lucha del Papa contra el paganismo y el ateÃsmo, y frente al comunismo. En la segunda, centrada en lo que es el tÃtulo del libro, se afirma que PÃo XII hizo más gestiones en defensa de los judÃos que cualquier organización humanitaria; se documenta la gran obra de asistencia en favor de los judÃos y se analiza la leyenda negra sobre la actitud de PÃo XII. Se contesta a la pregunta ¿cuándo nació dicha leyenda y cuáles pueden haber sido sus las causas? Se aportan testimonios de judÃos sobre el Papa y los más recientes documentos que confirman que ayudó generosamente a los hebreos. A PÃo XII se le ha acusado de silencio ante aquella tragedia, pero él llegó a la conclusión de que un acto de protesta pública por su parte no habrÃa conseguido el mÃnimo resultado y ciertamente habrÃa agravado la persecución. Además, una protesta pública habrÃa impedido a la Iglesia llevar adelante su obra escondida de asistencia a los hebreos.
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