Cuando todo parece que no tiene solución no te rindas: siempre hay una luz que viene a tu encuentro.
Todos tenemos algunos objetos que forman parte de nuestra vida porque tienen un gran significado o representan un momento puntual o un recuerdo imborrable que nos hace reflexionar. «La palangana rosa», algo tan simple como eso, una palangana de plástico, está cargada de recuerdos de un tiempo en el que la vida me puso al límite de la resistencia y no solo destrozó mi físico, sino que casi aniquila mi ánimo y mi supervivencia. El cáncer es, probablemente, la más terrible de las enfermedades. El miedo que provoca padecerlo, es muy difícil de superar. Aceptar esta enfermedad y hacerle frente con coraje, es muy complicado. La ciencia vino en mi ayuda a través de un ensayo clínico al que me sometí, sin ninguna garantía de sanación. Decidí arriesgarme a pesar de ser la primera vez que se experimentaba en humanos y que, por tanto, no había resultados que avalaran la efectividad del tratamiento. Confié en mi oncólogo y presté mi cuerpo para el experimento, yo ya estaba herida de muerte, nada perdía por intentarlo, y si había una sola posibilidad de detener el avance de la enfermedad no iba a desperdiciarla. La experiencia fue demoledora para mí, pero aquí estoy seis años después. No estoy curada, pero por el momento le voy ganando tiempo a este tumor que se niega a desaparecer de mi cuerpo, que se ha quedado dormido, congelado, que no disminuye pero que tampoco crece. Y ya que se empeña en no abandonarme, espero que permanezca tranquilo y me deje en paz hasta que, por ley de vida, llegue mi final natural.
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