"Collins le daba al inspector Lahoz todos los casos en que las sospechas no recaÃan sobre el mayordomo no porque fuera un portento en las deducciones, sino porque pensaba siempre mal de todo el mundo".
Un hombre de treinta y ocho años aparece colgado en un árbol, pero el forense demuestra que, con anterioridad, se ensañaron con él. No es un suicida, sino una vÃctima: un clavo de veinte centÃmetros atraviesa su cabeza de oreja a oreja. Enrique Lahoz, un lobo estepario apodado por sus compañeros «el fantasma», que lleva veinte años como policÃa, quince sin ponerse el uniforme y diez sin aparecer por la ComisarÃa de Madrid a la que está adscrito, trabaja solo y en los casos más extraños. Un personaje protagonista que es vÃctima de su propio modo de vida, al que ha sido conducido por su realidad diaria como investigador judicial. Lahoz ha de desenmarañar un complejo caso en el que se suceden una serie de asesinatos cuyo modus operandi perfila al criminal como un auténtico serial killer
Sectas, ambientes sórdidos, personajes viles y siniestros cobran vida, agrupados en extraños clubes de la Deep Web, esa zona oscura de Internet, para hilvanar una trama absorbente, repleta de giros, en la que la policÃa judicial, la instrucción penal y el mundo de la abogacÃa afloran con sus rasgos más determinantes. Con personajes muy bien dibujados y una acerada crÃtica social, "Las mujeres felices son una quimera" brinda al lector una historia sabiamente pergeñada, con un final del todo sorprendente.
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