Lejos de aceptar la realidad y asumiendo que la vida tiene un final, el ser humano se esfuerza cada vez más en alejar de nuestro dÃa a dÃa todo aquello que le pueda incomodar, como la vejez, la enfermedad o la muerte. ¿Se han dado cuenta como la mayorÃa de residencias de ancianos, hospitales y, sobre todo, los cementerios, están ubicados en las afueras de las grandes ciudades? Ignorando la realidad de nuestra existencia, muchas personas se acostaron hoy con la intención de realizar algún plan mañana, y al dÃa siguiente hemos podido leer su nombre en una esquela. Si conseguimos superar nuestros miedos, la muerte puede enseñarnos a vivir el instante; ya que, por mucho que nos pese, no sabemos si el mañana realmente llegará, o si tal vez será esta noche cuando nuestra alma emprenda su viaje hacia el más allá.
Es sorprendente el hecho de que nos acerquemos a visitar en masa las catedrales, los palacios y los museos de cualquier ciudad, pero en cambio ignoremos por completo el conocimiento que puede aportarnos la visita a los cementerios; en los que en muchas ocasiones se albergan más obras de arte que en muchas pinacotecas. Las diferentes enseñanzas que pueden desprenderse de los epitafios, de las esculturas y de los monumentos funerarios, asà como del estilo de vida que llevaron quienes descansan en los sepulcros de los camposantos, son ignoradas por todos aquellos que se esconden creyendo que, si no se enfrentan a sus temores, estos no les sobrevendrán. Sin embargo, el único modo que tenemos de superar nuestros miedos es dar un paso adelante y enfrentarnos a ellos. Y es que tan solo las personas que conocen la certeza de la muerte son las que, al fin y al cabo, aprenderán a vivir de una manera mejor.
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